domingo, 30 de marzo de 2014

AFECTO Y COMUNICACIÓN EN FAMILIA


El papel de los padres en una familia es muy difícil, puesto que tienen que ir cambiando sus funciones y la manera de vincularse con sus hijos a medida que estos crecen. Pero a la vez que somos conscientes de esa dificultad debemos tener confianza en nuestra capacidad para superar las dificultades y adaptarnos a los cambios que se vayan produciendo.

No existe una regla básica para mejorar la comunicación y el afecto en una familia. Cada una es un mundo distinto, un lenguaje único. Lo que sí deberían existir, como forma para mejorar la comunicación y el afecto, es la voluntad, el interés, y la disponibilidad, por parte de los padres, a que este espacio sea creado y vivido intensamente, en la medida de lo posible.

El afecto tiene diversas manifestaciones, como realizar un esfuerzo para el mantenimiento de la familia o conseguir las mejores condiciones de vida para su bienestar Actualmente se ha comprobado que las expresiones de afecto, como las palabras cariñosas, las caricias, los besos, los elogios, los actos amables, el reconocimiento de logros y cualidades, son acciones necesarias para que niños, niñas y jóvenes crezcan emocionalmente y puedan mantener relaciones de confianza, seguridad y respeto con los demás. Para todas las personas el afecto es importante porque favorece la autoestima, es decir, el valor que cada quien se da y con una autoestima alta, hay menos riesgos y mayor seguridad.

Los padres deben ser capaces de imponer límites y disciplina a la vez que intercambian afecto con sus hijos. Y los hijos deben pasar de una situación en la que necesitan protección y cuidado de sus padres a otra en la que deben poder desenvolverse solos, ser autónomos y saber ponerse sus propios límites.

Es importante que sepamos ir dando a nuestros hijos la responsabilidad de su propia vida. De forma gradual y progresiva. Para que esto evolucione de forma positiva es importante enseñarles a desarrollar la voluntad, la motivación para hacer cosas anticipando las consecuencias que se deriven de ellas. Educar la voluntad quiere decir negarse a la satisfacción inmediata y esforzarse por conseguir algo no tan inmediato, no desanimándose ante las dificultades. En este sentido creo que es muy importante el desarrollo de una mayor tolerancia ante las frustraciones. Tenemos que tener en cuenta que los padres debemos pasar de ser eminentemente protectores cuando nuestros hijos son pequeños a tratar con iguales cuando son mayores, evitando relaciones de dependencia mutua.

Hablar de comunicación y de diálogo, es hablar de la vida misma, de la persona humana en su dimensión profunda y existencial. Sin embargo, ¡Cómo es difícil comunicarnos! ¡Cómo nos cuesta encontrar con quien dialogar!. Todos, por muy distintos que seamos, queremos ser escuchados, comprendidos, tenidos en cuenta, amados por alguien. La vida es comunicación, diálogo, pero no sabemos hacerlo, tenemos que aprender y aprendemos basándose en la práctica, en intentos, cometiendo errores, corriendo riesgos..., y este aprendizaje es de toda la vida.

Los padres que se comunican eficazmente con los niños les promueven autoconfianza y aprendizaje a largo plazo al igual que relaciones interpersonales sanas.

Todo niño desde sus primeros días de vida requiere comunicarse y lo hace a través de los medios que tiene a su alcance: llora, grita, patalea, etc.; por ello la comunicación que los padres desarrollan en la interrelación con el hijo desde la infancia es de gran significado. En ella se siembran las bases de una experiencia que durará, toda la vida, y que desarrolla en los hijos, los sentimientos de seguridad, confianza, amor propio que le permitan cuando crezcan enfrentarse a la vida. En la medida en que las personas transcurren las diferentes etapas de la vida, la comunicación se hace cada vez más indispensable y necesaria en la relación diaria, tanto en el nivel individual como en el grupal o colectivo; pero es aún más significativa e indispensable la comunicación que se desarrolla al interior del ambiente familiar, y principalmente entre padres e hijos. De la experiencia de esta relación, los hijos desarrollarán la capacidad para establecer un vínculo afectivo consigo mismo y con las demás personas, que le permitirán amar y ser amado, desarrollar la capacidad cognoscitiva para aprender, generar iniciativa, creatividad y poder relacionarse con los demás integrantes de una familia, escuela y comunidad en general.

La comunicación entre padres e hijos debe efectuarse esencialmente a través de la palabra. El intercambio verbal es privilegio del ser humano. Educar es crear un diálogo.

Cuando los padres demuestran a través de sus palabras, sus sentimientos de aceptación hacia el hijo/a, poseen una fuerte herramienta para influir en la opinión que el hijo tiene de sí mismo y lo ayudan a auto valorarse. En esta forma facilitan su desarrollo, le permiten adquirir independencia y auto dirección. Existen también formas no verbales para comunicarse, como por ejemplo, el no hacer nada en una situación en la cual el hijo está dedicado; o el no decir nada, puede comunicar aceptación. El silencio es un mensaje no verbal que puede utilizarse eficazmente para hacer que una persona se sienta realmente aceptada.

La comunicación está guiada por los sentimientos y por la información que transmitimos y comprendemos. La comunicación nos sirve para establecer contacto con las personas, para dar o recibir información, para expresar o comprender lo que pensamos, para transmitir nuestros sentimientos, comunicar algún pensamiento, idea, experiencia, o información. Cuando existe la comunicación en una familia, seguramente se puede afirmar que existe un compañerismo, una complicidad, y un ambiente de unión y afecto en la casa. Habrá sobretodo un respeto mutuo y unos valores más asentados.
Sin embargo, crear este clima de comunicación en la familia, no es así una tarea tan fácil. 

Hay que ayudar a los hijos con prácticas, es decir, que los padres introduzcan mecanismos que faciliten la comunicación:

-Al dar una información, busca que siempre sea de una forma positiva. 
-Obedecer a la regla de que "todo lo que se dice, se cumple". 
-Empatizar o ponernos en el lugar del otro. 
-Dar mensajes consistentes y no contradictorios. 
-Escuchar con atención e interés. 
-Crear un clima emocional que facilite la comunicación. 
-Pedir el parecer y la opinión a los demás. 
-Expresar y compartir sentimientos. 
-Ser claros a la hora de pedir algo.
-Observar el tipo de comunicación que llevamos a cabo con nuestro hijo. 

En este momento, voy a destacar la cantidad de situaciones en las que la comunicación es sinónimo de silencio (aunque parezca paradójico). En la vida de un hijo, como en la de cualquier persona, hay ocasiones en que la relación más adecuada pasa por la compañía, por el apoyo silencioso. Ante un sermón del padre es preferible, a veces, una palmada en la espalda cargada de complicidad y de afecto, una actitud que demuestre disponibilidad y a la vez respeto por el dolor o sentimiento negativo que siente el otro.

Por ultimo, destacaros aquí ciertos enemigos que sirven de obstáculo para comunicarnos;

- Generalizaciones: Siempre estás pegando a tu hermana, nunca obedeces. Seguro que en algún momento hace algo distinto de pegar a su hermana. Posiblemente, alguna vez, sí ha sabido obedecer.
- Juicio de los mensajes que recibes: La madre, cuando el padre llega de la calle, dice: Parece que hoy llegas más tarde. El padre replica: ¿Qué pasa?, ¿Los demás días llego antes?. ¡Siempre estás pendiente de la hora a la que vengo!
- No saber escuchar para comprender bien lo que quieren decir realmente. 
- Discusión sobre tu versión de algo que sucedió hace ya tiempo. ¿Para qué darle tanta importancia a sucesos ya pasados?
- Establecimiento de etiquetas
- Aplicación de objetivos contradictorios.
- El lugar y el momento que elegimos.
- Exposición de preguntas llenas de reproches.
- El abuso de los: Tú deberías, Yo debería hacer; en vez de los: Qué te parece si..., Quizás te convenga, Yo quiero hacer, Me conviene, He decidido.
- Cortes en la conversación porque se presta más atención a lo que quieres decir, que a escuchar al otro.


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